Solo un amor de verano by Alexandra Roma

Solo un amor de verano by Alexandra Roma

autor:Alexandra Roma [Roma, Alexandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-06-01T00:00:00+00:00


20

Aquel verano

Eran un volcán a punto de entrar en erupción.

Sus piernas rodeaban la cintura de Ambrose y se enlazaban con fuerza un poco más arriba del duro trasero donde presionaba con los talones. Sentía cada empujón de un modo casi demencial, delirante. Embestidas firmes que la llenaban y provocaban que su espalda chocase con la pared. Se aferraba con ímpetu a su cuello, clavaba las uñas en sus hombros, tiraba de su pelo, atrapaba el labio inferior con los dientes y lo mordía ansiosa, echando la cabeza hacia atrás para deleitarse del gozo de la liberación de sus sentidos.

Sus pechos botaban frenéticos.

Gritaba, gemía y gruñía cuando el chico se hundía.

Besaba salvaje sus labios húmedos.

Teo le había cedido su hueco en el coche del compañero de Ambrose en el que también iba Cande para quedarse un poco más y, desde que habían llegado a su casa, se entregaban a un sexo desmedido y visceral. Brutal. La comunión de sus cuerpos de un modo animal borrando cualquier rastro de inocencia en la habitación de su infancia. El placer amenazaba la cordura.

Estaban follando como fieras. Como amantes. Como les daba la gana.

Despacio.

Potente.

Con los ojos cerrados o mirándose fijamente.

Les faltaba el oxígeno y lo recogían del aliento del otro.

Cómplices, siempre cómplices.

Una pasada y una lección. Sofía se reafirmaba en aquellas prácticas que ya sabía que le gustaban y conocía otras nuevas, pero, sobre todo, eliminaba prejuicios. Hacer el amor no era una postura suave y declaraciones dulces susurradas al oído. El amor también era sexo y estaba contenido en todas las caras que se le inventasen. Notó los músculos del chico y los suyos propios contraerse. Se preparó. Hundió la cara en el cuello de Ambrose y ahogó un chillido ante la última penetración con la que ambos estallaron. Un movimiento de caderas enérgico, vigoroso y delicioso. Sin duda, el mejor punto final de un capítulo de su historia hasta la fecha.

Permaneció un rato en la misma postura. A horcajadas, sostenida entre sus brazos y aprisionada contra el muro. Relajándose con la lava del volcán derramada recorriéndole las venas. Agotada y extasiada.

Sonrió sobre su cálida piel cuando él se aseguró de que podía sujetarla con una sola mano para deslizar la otra hasta su corazón, cubrirlo con la palma y estar así hasta que sus pulsaciones regresaron a la normalidad o a la «aparente normalidad» que conocía, porque a su lado siempre iba un par de marchas por encima de lo común.

Levantó la cabeza dispuesta a darle las gracias, pero se topó con algo con lo que no contaba.

—¿¡Qué te he hecho!? Lo siento. —Él ladeó el rostro y se encontró con la estampa de los dientes de la chica en el hombro.

—Me gusta la marca de guerra. —Le restó importancia—. ¿Nos duchamos?

—¿Juntos?

—O por turnos. Con lo que acabamos de hacer nos convalidan un triatlón, golondrina. Estamos empapados.

Llevaba razón.

Por supuesto, prefería la opción de juntos.

Cogió un par de toallas limpias (las verdes pistacho con flores rosas cosidas en los laterales) para él, y se metieron en la bañera.



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